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domingo, 28 de octubre de 2012

El nacimiento de Lio Buenasuerte


Nadie sabe a ciencia cierta si la historia que voy a narraros es real pero tantas lenguas la han contado, tantos juglares cantado, viejos susurrado a la luz de la pobre lumbre invernal de las tierras de Borea que por los dioses que seria una pena que no lo fuera.
Cuentan que el viento soplaba aquella noche con una fuerza inusitada, golpeando puertas y ventanas, robando sombreros y lagrimeando ojos pero sus fuertes silbidos eran ignorados en casa de los Ox donde Jiliane Ox, esposa de Maximilian Ox, realizaba grandes esfuerzos para traer al mundo a un niño que tanta prisa tenia por salir que había decidido adelantarse varias semanas al día que la comadrona había pronosticado su nacimiento.
_ Muchas criaturas he traído a este mundo pero que se rompa el cielo si alguna a tenido tantas ganas de venir al mundo como este culo inquieto_ exclamo la comadrona.
Y un grito agudo y desgarrado de la señora Ox se fundió con un llanto, suave al principio pero cada vez más potente.
_¡Vaya pulmones! No se preocupe que su niño esta más sano que los manzanos del alcalde. Ni los gorrinos chillan como este pilluelo_ dijo con una sonrisa que le arrugo el rostro redondo y lleno, la afable mujer mientras cogía al bebe envolviéndolo con una mantita para pasárselo a su madre quien con lo tomo firmemente entre sus brazos con una sonrisa.
Una hombre de pequeñas gafas redondas y aspecto algo atolondrado entro atropelladamente en la habitación conteniendo el aliento.
_¿Ya esta?¿Ya esta? Por los dioses que alguien diga algo_
La señora Ox miró a su marido asombrada y divertida. Rara vez desde que lo conocía le había visto perder los nervios.
_Max, aquí esta
A grandes zancadas dejo el marco de la puerta atrás y se acercó al borde de la cama donde una enorme sonrisa se apodero de su cara.
_Bienvenido al mundo pequeño_ dijo dulcemente_ ¡Menuda mata de pelo! A salido al tío Jardinero.
El niño, una bolita rosa y con un abundante cabello negro abrió los ojos como si no quisiese perderse nada de lo que ocurría a su alrededor.
_ ¿Y que nombre tendrá la criatura?_ preguntó la comadrona. En Lindes Verdes los nombres no eran algo especialmente importante ya que, una vez encontrada su profesión los lugareños eran conocidos por esta en el lugar. Así pues la antaño Vivina Boblins era hoy por todos conocida como comadrona, y casi nadie recordaba desde que su marido falleció su nombre de pila. No era importante en Lindes Verdes, un pequeño pueblo de la linde que se enorgullecía de sus trabajadores lugareños, siempre dispuestos a ayudar, que habían aprendido a convivir con el pintoresco ir y venir de viajeros que diariamente pasaban por el pueblo buscando adentrarse el los bosques meridionales para llegar a la Ciudad de los Juglares o con las caravanas de mercaderes que se dirigían al Paso de la Oz que separaba Austra de Borea.
_Lionel Ox_ dijo la señora Ox, a quien todos conocían como la boticaria, acariciando la leonila cabellera de su primogénito.
_Muy apropiado, querida_ dijo con la sombra de una sonrisa en los labios pese a sus pretensiones de parecer solemne.
El pequeño Lionel, quien seria más tarde conocido como Lio Buenasuerte, acababa de venir al mundo.