Nadie
sabe a ciencia cierta si la historia que voy a narraros es real pero tantas
lenguas la han contado, tantos juglares cantado, viejos susurrado a la luz de
la pobre lumbre invernal de las tierras de Borea que por los dioses que seria
una pena que no lo fuera.
Cuentan
que el viento soplaba aquella noche con una fuerza inusitada, golpeando puertas
y ventanas, robando sombreros y lagrimeando ojos pero sus fuertes silbidos eran
ignorados en casa de los Ox donde Jiliane Ox, esposa de Maximilian Ox,
realizaba grandes esfuerzos para traer al mundo a un niño que tanta prisa tenia
por salir que había decidido adelantarse varias semanas al día que la comadrona
había pronosticado su nacimiento.
_
Muchas criaturas he traído a este mundo pero que se rompa el cielo si alguna a
tenido tantas ganas de venir al mundo como este culo inquieto_ exclamo la
comadrona.
Y un
grito agudo y desgarrado de la señora Ox se fundió con un llanto, suave al
principio pero cada vez más potente.
_¡Vaya
pulmones! No se preocupe que su niño esta más sano que los manzanos del alcalde.
Ni los gorrinos chillan como este pilluelo_ dijo con una sonrisa que le arrugo
el rostro redondo y lleno, la afable mujer mientras cogía al bebe envolviéndolo
con una mantita para pasárselo a su madre quien con lo tomo firmemente entre
sus brazos con una sonrisa.
Una
hombre de pequeñas gafas redondas y aspecto algo atolondrado entro
atropelladamente en la habitación conteniendo el aliento.
_¿Ya
esta?¿Ya esta? Por los dioses que alguien diga algo_
La
señora Ox miró a su marido asombrada y divertida. Rara vez desde que lo
conocía le había visto perder los nervios.
_Max,
aquí esta
A
grandes zancadas dejo el marco de la puerta atrás y se acercó al borde de la
cama donde una enorme sonrisa se apodero de su cara.
_Bienvenido
al mundo pequeño_ dijo dulcemente_ ¡Menuda mata de pelo! A salido al tío Jardinero.
El
niño, una bolita rosa y con un abundante cabello negro abrió los ojos como si
no quisiese perderse nada de lo que ocurría a su alrededor.
_ ¿Y
que nombre tendrá la criatura?_ preguntó la comadrona. En Lindes Verdes los nombres no eran algo especialmente importante ya
que, una vez encontrada su profesión los lugareños eran conocidos por esta en
el lugar. Así pues la antaño Vivina Boblins era hoy por todos conocida como
comadrona, y casi nadie recordaba desde que su marido falleció su nombre de
pila. No era importante en Lindes Verdes,
un pequeño pueblo de la linde que se enorgullecía de sus trabajadores
lugareños, siempre dispuestos a ayudar, que habían aprendido a convivir con el
pintoresco ir y venir de viajeros que diariamente pasaban por el pueblo
buscando adentrarse el los bosques meridionales para llegar a la Ciudad de los Juglares o con las
caravanas de mercaderes que se dirigían al Paso
de la Oz que separaba Austra de Borea.
_Lionel
Ox_ dijo la señora Ox, a quien todos conocían como la boticaria, acariciando la
leonila cabellera de su primogénito.
_Muy
apropiado, querida_ dijo con la sombra de una sonrisa en los labios pese a sus
pretensiones de parecer solemne.
El pequeño Lionel, quien seria más tarde conocido como Lio Buenasuerte, acababa de venir al mundo.
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